domingo, 20 de noviembre de 2011

Tilde's Two Cents: Las brisas navideñas. Nostalgia por otro tiempo.

Tilde's Two Cents: Las brisas navideñas. Nostalgia por otro tiempo.: Un recuerdo que perdura es como sentía la llegada de las brisas navideñas en la casa de mis padres. Entraba por mi baño, esto nunca lo ente...

Las brisas navideñas. Nostalgia por otro tiempo.


Un recuerdo que perdura es como sentía la llegada de las brisas navideñas en la casa de mis padres. Entraba por mi baño, esto nunca lo entendí, pero bueno, así quedó grabado en mi “hard drive”.

Esto me lleva a rebuscar entre los recuerdos, mis momentos navideños. Mejor empezar cuando descubrí que Santa era mentira. Fue Lici, mi prima, quien me llevo al área de almacén de la casa de los abuelos maternos en Coamo, donde pasar las Navidades era de rigor. Claro, igual que Thanksgiving.

Allí encontré el juego de tazas que le había pedido a Santa, no iba a pedir muñecas, y Lici, su traje de Annie Okley. Al otro día actué sorprendida al punto de ganarme un Oscar. No recuerdo haberlo confesado a mis padres. Asumo no era asunto de vida o muerte para ellos si creía o dejaba de creer.

Lo que sí es imposible de olvidar, los rituales familiares. La cocina en “hi” con Isabel y Pilar trufando pavos, preparando morcillas, pastelillos, jamones y toda clase de entremeses boricuas. Las almojábanas, solo aceptables las de Tía Tilia, luego que Papi cumpliera con llevarle la harina de arroz. Nunca entendí por qué esto era algo dificilísimo.

Mi abuela Antonia, tan americana por sus estudios, entregada a la decoración del árbol que tocaba el techo. No pienses que decorando. Ella siempre mandando ya que tenía la creencia las mujeres inteligentes venían a este mundo a liderar y mandar a las menos, a quienes su única alternativa era seguir directrices y al pie de la letra.


Luego raspando la medianoche,  caminata de los adultos - enfundados con las mejores galas - a Misa de Gallo. Nunca contemplado incluir los niños. Todos a la cama, contrario a hoy, que no bien salen del hospital ya de camino a Plaza Las Américas.

Lo mejor era la despertada. Siempre con batas al estilo inglés - que manía de emular países fríos - jamás de mumus. Increíble como aparecían tantos paquetes para la tradicional “repartición de regalos”. Los “oh” y las “ah” eran incesantes y la única actriz no era yo. Todos se mostraban sorprendidos y nunca escuché a nadie decir que algo era feo, no le gustaba o era el tamaño equivocado. Vivíamos tiempos de perfección. Al menos, así lo recuerdo.

Titi Carmín siempre lloraba porque la consabida “joya” que año tras año le obsequiaba Tío Renán, siempre se perdía entre tanto papel. Milagrosamente, Isabel no fallaba en encontrarla. Papi estuvo convencido era parte del libreto.

Luego desayuno seguido de enduilgarnos los trajes de velvet para el invierno de Coamo. No había alternativa. El desfile familiar con bastantes personajes, nunca decepcionaba. El asador, orgulloso de su obra de arte con el lechón, recordaba que mi hermano Gonzalo, como nieto mayor, tenía el “pick” del rabo del lechón. Todos nos moríamos por el, hoy no lo entiendo. Entonces era causa de envidia.

La Viuda era de rigor y los brindis por la felicidad de toda la familia siempre nos hizo pensar a todos vivíamos en un “Shangrilá Boricua Style”. ¡Qué lejos siento esos tiempos!

Ya de vuelta a la realidad de hoy, o nos montamos para New York o nos dividimos quien lleva que a casa de alguien. Yo, en espera de los “nenes” y con reservaciones hechas en un restaurante.

Hasta el día que vaya pa’l hoyo, añoraré las fiestas navideñas cuando residía junto a mi familia en “Shangrilá Boricua Style”.

Mientras, abro la ventana a ver si con la brisa navideña en Ocean Park me entra el “Xmas  espirit” Macondo Style.