sábado, 17 de marzo de 2012

La competitividad femenina.


En el mundo empresarial siempre cuestionan cuan competitivas somos las mujeres. Aquellos que opinan que no los somos tanto como los hombres, señalan los juegos infantiles como la explicación lógica. Alegan jugamos con muñecas o a las casitas, y los deportes que practicamos son conducivos a la individualidad, no a desarrollar el concepto de “equipo”.

Yo pienso que todos están bien equivocados. Me gustaría observaran con detenimiento cuando una mujer hace su entrada a cualquier lugar. ¿Qué hacemos las otras? ¡¡Des-pe-lle-jar-la!!

Inmediatamente, cual hiena hambrienta, la tasamos sin piedad y si el veredicto es que no ha logrado destruirnos, de inmediato la ubicamos en el renglón ¡charra!

Si por el contrario logró pintarnos en tonos “verde envidia”, guardamos en nuestra memoria fotográfica todos y cada uno de los detalles que nos pusieron mal para salir a copiarlos de inmediato, o mejor aún, superarlos porque “nadie nos va a destruir”.

Todo esto lo confirmaba el otro día con un amigo del mundo de la moda. Narraba como es testigo, vez tras vez, de la furia  femenina al ver a otra de su propia especie con algún numerito que ha logrado ponerla bien mala.

No solamente se dan a la tarea de recortar el Look del Momento de Imagen, o arrancar una página de las revistas sociales de nuestros diarios dominicales, ahora imprimen páginas de Facebook o mejor aún, con sus “mobile devices” acceden a la red social para identificar el numerito que necesitar replicar.

Aqui no importa color, que se haya repetido vez tras vez en diecisiete versiones, lo que mueve es “yo lo quiero” y “ahora”. Por cierto, el precio no es decisivo, para eso hay 4 tarjetas de crédito para cargar parte en esta, luego en la otra, y te lo completo con los chavos de la compra para que mi marido no se entere. ¡Ay Dios mío!

Esto confirma que la ausencia de competitividad en las mujeres es una falacia. Lo que resulta difícil de entender es como con tanto afán de competir, junto a un grado desmesurado de “creative accounting”, no tenemos más presidentas de banco, gerentes generales, directoras ejecutivas y síguelo por ahí.

¿Por qué no somos la regla en lugar de la excepción? Fácil. Las energías las hemos ubicado mal. ¡Lamentablemente!

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