domingo, 23 de septiembre de 2012

Bienvenida la enajenación


Cada uno tiene su cosita. Buscamos un momento para encontrar un poco de paz. ¡Esto suena tan clichoso! Pero como dicen varios por ahí - “Es justo y necesario”.

La carga emocional, profesional, es más la social, es tanta que a veces me falla la respiración o la memoria.  Aterrorizada les llamo mis “principios de Alzheimer”. De eso hay mucho en mi familia… pero una noche, esas de Mortons donde con martini en mano coincides con buenos amigos, hablas temas que de otra manera no tienes oportunidad.

Al comentarle a uno de ellos, hombre de gran corazón y capacidad intelectual, me dió luz al decir – “A mi me pasa igual”. Uff, “there is comfort in numbers”. Intercambiamos remedios y comprendí que nuestra computadora, ese cerebro que abusamos con demasiada información de todo tipo, nos envía señales es momento de parar, desconectar, de tener un momento alfa. ¿Cuales? ¿Cuando?

Mira por donde, en el que sea. Te pegas a Netflix y disfrutas de cine que de otra manera nunca descubrirías, realizas compras virtuales sin tocar el “send button”, gestionas viajes a lo más remoto del mundo a los solo Dios sabe si llegarás, o simplemente, le dedicas unos minutos a tu mascota agradecida, esa quien con su mirada te levanta el espíritu.

A veces boto lágrimas recordando momentos “markers” de mi vida - una conversación madre/hijo, un diálogo con aquel que fue parte de tu vida y el divorcio dio traste con el amor... En fin, el recuerdo de una amiga que por esas cosas ya no está presente como por tiempo lo hizo y honestamente, ya no la extrañas.

Todos buscamos enajenarnos un poco para poder enfrentar con fuerza y pasión el diario que nos despierta. Como digo a menudo, desde que me despojé del “catholic guilt” y los años me han castigado, estoy clara que me importa, me quita el sueño y nadie como una misma para escoger la enajenación ideal para vivir a gusto con la vida.

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