Cada uno tiene su cosita. Buscamos un momento para encontrar
un poco de paz. ¡Esto suena tan clichoso! Pero como dicen varios por ahí - “Es
justo y necesario”.
La carga emocional, profesional, es más la social, es tanta que a veces me falla la respiración o la memoria. Aterrorizada les llamo mis “principios de
Alzheimer”. De eso hay mucho en mi familia… pero una noche, esas de Mortons
donde con martini en mano coincides con buenos amigos, hablas temas que de otra
manera no tienes oportunidad.
Al comentarle a uno de ellos, hombre de gran corazón y capacidad intelectual, me dió luz
al decir – “A mi me pasa igual”. Uff, “there is comfort in numbers”. Intercambiamos remedios y comprendí que nuestra computadora,
ese cerebro que abusamos con demasiada información de todo tipo, nos envía
señales es momento de parar, desconectar, de tener un momento alfa. ¿Cuales?
¿Cuando?
Mira por donde, en el que sea. Te pegas a Netflix y
disfrutas de cine que de otra manera nunca descubrirías, realizas compras virtuales
sin tocar el “send button”, gestionas viajes a lo más remoto del mundo a los
solo Dios sabe si llegarás, o simplemente, le dedicas unos minutos a tu mascota
agradecida, esa quien con su mirada te levanta el espíritu.
A veces boto lágrimas recordando momentos “markers”
de mi vida - una conversación madre/hijo, un diálogo con aquel que fue parte de
tu vida y el divorcio dio traste con el amor... En fin, el recuerdo de una amiga
que por esas cosas ya no está presente como por tiempo lo hizo y honestamente, ya no la extrañas.
Todos buscamos enajenarnos un poco para poder
enfrentar con fuerza y pasión el diario que nos despierta. Como digo a menudo,
desde que me despojé del “catholic guilt” y los años me han castigado, estoy
clara que me importa, me quita el sueño y nadie como una misma para escoger la
enajenación ideal para vivir a gusto con la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario