domingo, 16 de septiembre de 2012

Nada como las mañanas de domingo


Me encantan los domingos por la mañana. En Ocean Park son especialmente silenciosos excepto por el ladrido de algún canino marcando territorio y haciéndose oir, mucho antes que nos asalten las turbas “cafretoides” en su invasión playera.

El ritual del desayuno sabe diferente, sin prisa ni con Rubén Sánchez en la radio, y es especialmente atesorado. Es una tranquilidad serena, valga la redundancia, pero perfecta para describir ese “feeling” que solo logramos una vez por semana.

La colada de café o la preparación metódica de un buen té inglés se saborean diferente junto a las tostadas embadurnadas con calma y diametralmente opuestas a las mánicas de a diario.

Todo marcha en “slow motion”….incluso mis pensamientos. Te puedes dar el lujo de ver al pajarito que va de rama en rama mientras el gato del vecino, ese del “realengo kind”, igualmente tiene más tiempo para relamerse observando su posibilidad gastronómica.

Hasta el periódico lee diferente. Los titulares me producen menos angustia mientras me doy cuenta soy más tolerante con los editoriales que a diario me vuelan la tapa de los sesos.

Me causa inmenso placer el análisis despiadado de la revista de sociales y miro el reloj, para asegurarme no inicio el chismoteo al despertar con una llamada imprudente la ira de un amigo que duerme su rasqueta de sábado en la noche.

Estos son placeres que a varios les parecerán candidatos al “Ridiculist de Anderson” pero a mi que me importa, me da igual, es domingo en la mañana y “we have all the time in the world.”

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