Recuerdo cuando en reuniones familiares – esas de rigor
dominguero y hoy en extinción – los mayores comentaban el parecido de los
pequeñajos al tío más cual o requintada a la hermana de un tatarabuelo. No solo
en lo físico, también en el carácter porque de esas lenguas no se salvaba la
parentela viva ni la que dormía el sueño de los justos en el panteón familiar
en Santa Magdalena de Pacis.
Esta costumbre para mi era una tortura porque yo no quería
parecerme a nadie. Quería ser diferente a todos los que me rodeaban y me
asustaba la intensidad con que me molestaba. En especial resentía a una prima
de mi abuelo que se jactaba, la muy bruja, cada domingo al decirme que aunque
me parecía a ella, nunca sería igual de bonita. ¡Que ganas de jorobarme!
Con el pasar de los años y especialmente, al convertirme
en madre, descubrí que me estaba poniendo como mis parientes. Fijaba
detenidamente la mirada en mi hijo Martín y podía identificar inequívocamente
que era del lado de su padre, por supuesto los defectos, y cuales Córdova
Santini en infinidad de atributos.
El tiempo siguió su curso y años más tarde me pillé
expandiendo las malas costumbres que había criticado fervorosamente. Me convertí en toda una doña, una de esas que siempre buscan parecidos en la
muchachería y sin querer queriendo, escuché molesta cuando de mi boca salió el
primer - “pero ese será del lechero porque a ¿quién rayos salió?”.
Hace unos días miraba a mi hermano Gonzalo y desde mi
corazón le dije - “que mucho te pareces a nuestro abuelo Santini”. Como ves, ya
soy mayor. Repito cada día más este y muchos otros comportamientos que
criticaba sin piedad en los mayores de mi familia.
Aquellos hábitos que encontraba despreciables se me
salen sin querer, y lo peor es que al darme cuenta no siento verguenza, al
contrario, me recomforta sentirme parte de un proceso genético.
Pero la otra mañana, mientras me lavaba la cara, al
levantar la mirada no me encontré, me topé frente a frente con Mami pero las
manos con que la toqué no eran de ella, eran Córdova ¡El reflejo era yo!
No pude escapar de ellos…porque mira que tanto nadar, para morir en la orilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario