Corrían tiempos de universitaria, más bien mi primer año,
cuando le conocí. Como siempre se crean los grupetes – una amiga lleva a otra,
los chicos añaden sus panas y cuando vienes a ver y como por arte de magia, se
ha creado una pandilla.
Juntos siempre de fiesta, épocas sin grandes
responsabilidades, llenos de esperanza y vivencias inolvidables. Luego, mi
partida a continuar estudios en España y solo compartiendo en vacaciones a mi
regreso entre curso y curso.
Por ley de vida, se inició la desbandada…..unos casados,
otros solteros empedernidos pero siempre reencuentros fragmentados. Nunca
volvimos a estar todos juntos.
Recuerdo cuando surgió la noticia de mi boda, este amigo –
al que me refiero – me dijo – “Te casas con ese porque le salvé la vida. Se iba
a caer una noche por la ventana del dorm”. Se refería al padre de mi hijo.
Luego, en otro encuentro ya yo divorciada me dijo - “ Debí haber dejado que se
cayera. Es más, debí haberle empujado”. Así era mi amigo Eddie Pujals.
Esta semana Dios se lo llevó como siempre, de sorpresa.
Nunca estamos listos para decir adiós a los que queremos.
Nunca estamos listos para decir adiós a los que queremos.
Mientras mi vida transcurría por esos mundos de Dios, su
amistad con mi padre se transformaba de una de negocios a una simbiótica. Eran
muy parecidos – chistosos, geniales, “raconteurs” por excelencia, de una
calidad humana especial y sobretodo, incondicionales.
Con el continuo pasar de los años y luego de despedirse de
Papi como bien dijo – “Antes que Gonzalo pierda la memoria” – se hizo muy
cercano a mi hermano Gonzalo. Sus desayunos diarios en Kasalta y lo más
extensos cada domingo, abrieron una serie de confidencias sobre política,
historias de sociedad que gracias a la memoria fantástica de Eddie se adornaban
de detalles que ya no disfrutaremos.
Y como la vida está llena de sorpresas, llevaba toda la vida
casado con una compañera mía, de esas de siempre. Maribel es de las
“santas” de mi curso. No de las diablas como yo. Mira por donde, mi amigo
diablito vivió feliz un matrimonio con una “nena buena”. En ese balance
perfecto crearon su familia – estable, normal, esa que el exilio cubano le había
arrebatado a Eddie en su infancia.
Hoy te digo adiós. Fuiste parte de mi familia. Ya no te veré
en Kasalta donde siempre tenías la habilidad de decirme una barbaridad
diferente.
Entraré y te buscaré para no encontrarte. Gonzalo no podrá ponerme al día con noticias llenas de tu insumo. Esto se acabó. Viviremos de tu recuerdo. Se me caen las lágrimas. ¡Adiós, mi querido Eddie!
Entraré y te buscaré para no encontrarte. Gonzalo no podrá ponerme al día con noticias llenas de tu insumo. Esto se acabó. Viviremos de tu recuerdo. Se me caen las lágrimas. ¡Adiós, mi querido Eddie!
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