domingo, 7 de octubre de 2012

Una cosa es la que pienso, otra la que me pasa.


Recuerdo el Baby Ballet. Era un segundo piso en la Avenida de Diego, cerca del Hospital Municipal. Cierro los ojos y me parece escuchar el particular tap tap de las alumnas en clase, la maestra dando instrucciones - "Punta, talón, punta, talón”. Mientras, las mamás visualizando sus nenas como prima ballerinas. Es decir todas, menos la mía.

Lillian estuvo clara desde el principio. A mí, no se me daba el ballet. Mientras los brazos tenían que ir hacia la derecha, los míos a la izquierda. Si la cabeza hacia arriba, la mía en dirección opuesta. Las clases seguían cada sábado pues eran parte obligada del curriculum de toda niña fina. “Es bueno para la postura y disciplina”, insistía mi abuela.

A mi, honestamente, me imporataba un bledo. Me encantaba ponerme el uniforme rosadito, cargar mi maleta con las zapatillas Capezio, y lo mejor, el “blackout” que me tomaba al final de la clase en la cafeteria del primer piso.

Ante el descubrimiento de la ausencia de talento absoluta en el tema plies y arabesques, segunda o tercera posición, decidieron las autoridades familiares que a mí tal vez se me darían mejor “los españoles”.

Ahora al taconeo y castañuelas, dejando atrás Santurce por el Viejo San Juan. Aquí la maestra carecía de la parejería o altanería de la “ballet mistress” sustituído por una pasión gitana que me alucinaba. Aquello de contonearse, subirse la falda y dar rienda a las emociones me pareció “right up my alley”. “Esto es otra cosa”, pensé.

Pero mis dedos quedaban tiesos con las castañuelas y los brazos carecían una vez más de ir en la dirección indicada. Luego de mi primer y último recital, claro yo en la fila de atrás, me quedé con el más hermoso traje de volantes azulmarino y bolero en oro lentejuelado. Debut y despedida. La peineta y los claveles terminaron engavetados ante mi falta de talento, una vez más.

Y pasaron los años….cuando ante un inminente viaje a la Feria de Abril en Sevilla, decidí burlar mi pasado y dar rienda suelta a la pasión gitana bajo maestra privada. Pensé la disciplina y tesón de mi adultez podían dar al traste con la ausencia de talento de una infancia olvidada.

Si una practica, repite hasta la saciedad y se lo propone, todo se logra. Wrong!!!!!!! Mis brazos continuaron en dirección opuesta y las vueltas me dejaron tan mareada como trompo. En fin, que esta nena ni tuvo ni tendrá talento para el baile. Aceptado, porque una cosa es la que pienso, otra la que me pasa.


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