domingo, 9 de enero de 2011

“Sólo los tontos tienen muchas amistades. El mayor número de amigos marca el grado máximo de la estupidez”. – Pío Baroja

Los otros días me reunía con unas amistades con el solo propósito de ponernos al día. Como pasa a muchos, armonizar las benditas agendas es “an exercise in futility”.

Pero bueno, logramos encontrarnos y el resto es historia.

Como de costumbre, nos portamos fatal. Nada ni nadie quedó exento de nuestros “análisis” (suena mejor) apasionados – moda, nuestros hijos, maridos, exes, los parties más recientes, amigos queridos y por supuesto, nuestros peores enemigos.

Encantados con la experiencia, decidimos repetir. ¿Invitamos alguien más?, fue la pregunta de rigor. Todos dieron su opinión, menos yo. ¡Cosa rara!

Sola en casa decidí analizar mi silencio. Algo me había hecho ser cautelosa. Pero, ¿qué?

De pronto, me pareció escuchar la voz de Papi diciendo, “Amigos, muy pocos en la vida. Cuéntalos con una mano y te sobran dedos”. ¡Que mucha razón tenía!

Di un vistazo a mi vida y descubrí nunca somos la excepción a la regla. A todos en los momentos duros nos aparece algún que otro amigo y no esperes más. En las buenas, dependiendo si lo que celebras es de beneficio de muchos o pocos, determinará el largo del listado.

¿Qué clase de amigos queremos?  Como todo, es algo muy personal. Unos exigen sean incondicionales, otros piden honestidad, unos cuantos se relacionan tan solo con aquellos cuya amistad surgió en la infancia o de familia, generación tras generación. Muchos, gustan de coleccionar entre aquellos que “están de moda”, o el que conviene para sus estrategias del momento. 

En fin, cada cual tiene su criterio. Lo que resulta imposible o al menos yo no lo entiendo, es aquellos que tienen la habilidad o facilidad para ser amigos de todo el mundo “simultáneamente”.

Me explico. Miramos fotos y están en este grupo y en aquel otro también, vamos a un cumple solo para íntimos y te los topas de frente, haces tu entrada a un restaurante y comparten mesa con tu peor enemigo cuando ayer compartieron la tuya. 

¿Cómo son? ¿De dónde vienen? ¿De qué están hechos?

Definitivamente, de una madera bien diferente a la mía.  No toman posturas, carecen de opiniones, no hablan de nadie pero tampoco se sacrifican por alguien, guardian silencio porque carecen de voz. Nunca pierden sueño porque adolecen del compromiso que te desvela.

¿A quién incluímos en el próximo? Aquellos con quienes nos hemos peleado y reconciliado, distanciados y rencontrados, separados y vueltos a enyuntar, olvidado pero no para siempre.

En fin, a invitar a los que distan de la perfección, son dueños de alguna que otra virtud, les apasiona la vida y tienen la capacidad de bajar el telón cuando mis actuaciones no han merecido ni el menor de los aplausos.




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