miércoles, 29 de diciembre de 2010

Historias del corazón partío. Bien lo dijo Alejandro.


En estos días me llamaba una querida amiga. Contaba en detalle el más reciente episodio de su historia de amor equivocada. ¡Nada sorprendente!

La de ella, como todas las de amor, tuvo sus inicios en la ilusión, la entrega, el agradecimiento a los astros por una nueva oportunidad.

Los corazones rotos o anestesiados siempre vuelven a latir con intensidad cuando los dioses desde el Olimpo deciden sonreirles. Me gusta pensar que sucede cuando menos lo esperas, cuando no lo buscas. Es cuando te toca. ¡Asumo tengo algo de griega en mí porque creo en la bondad de ellos!

Volvamos a la historia del momento. Mi amiga había iniciado su romance por todo lo alto. El hombre en cuestión, aunque lejos de perfecto como todo mortal, prometía. Era amable, más o menos guapo al estilo criollo, y sobretodo, gustaba de salir. Amén del lastre de hijos, pero bueno, la perfección no existe.

El romance tuvo fast track y fui de la opinión valía la pena darse la oportunidad. Mi amiga merecía un “chance to love”. Todo andaba de maravilla, se trabajaba con las limitaciones – económicas y emocionales – con la madurez que solo dan los años. La situación de pareja prometía.

Simultáneamente, un amigo vivía con ilusión también un romance. Aquí su pareja era jóven, sin hijos pero con la inexperiencia de la juventud. Era una historia diferente pero igual. Ambos se daban una nueva oportunidad. Yo, en apoyo total porque no podemos dejar el cinismo nos domine.

Los meses pasaban y ambas historias acumulaban capítulos. Unos de lucha cotidiana que daban los toques de realidad, otros a consecuencia de lo que cada cual arrastra. La vida me enseñaba que te podía dar su mejor sorpresa a pesar de como adultos, nuestro corazón algo maltrecho carece de fe en Cupido.

Sin ton ni son recibí la llamada que no esperaba. La historia de amor de mi amiga terminaba con una traición a consecuencia de la cobardía de un hombre. Las lágrimas de mujer despechada no permitían mi mensaje de consuelo calara. Era mejor callar, dar silencio, escuchar y repartir Kleenex. Para eso estamos las amigas.

Una vez más quedaba demostrado las mujeres, al momento de trabajar los problemas,  tenemos mayor fuerza interior. El individuo no podía con reclamos de hijos, presiones económicas y peor, aceptar el apoyo y ayuda de una mujer exitosa. Su hombría era de enano, el dolor de ella de gigante.

Casi simúltaneamente, Facebook me anunciaba el final de Norma del romance de mi otro amigo. Aquí, él se culpaba por su incapacidad al momento de bregar con la inmadurez de su pareja. La otra parte carecía de amor suficiente que suena mucho mejor que “el que se acuesta con niños, amanece meao”.

¡Qué clase de double whammy! Ambos recibieron el único consejo que pude darles  – “No te flageles, pasa la página “again”, y llámalo más experiencia”.

Y ¿cúal es la alternativa? ¿Claudicar? No. Definitivamente, perder la fe en la vida de pareja nunca debe ser la alternativa. Hay que aprender a ser como la Liz Taylor.

Sabemos somos imperfectos, pero cada cual brega con su cruz según mejor entiende. Porque aquellos que publican que viven un Nirvana o su Shangrilá queda claro son mentirosos.

Los que piensan que porque vives por años con la misma pareja la cama es un lecho de rosas, bien equivocaditos. O pregúntales. También tienen sus altos y por supuesto, bastantes bajos. En el amor la perfección no existe, excepto de vez en cuando en Fine Arts Cinema.

Ante la inminente llegada de un nuevo año, nos queda esperar a quien escogerán los dioses del Olimpo para regalarles una nueva ilusión.  O contra quien truenan con toda su ira y dejan en trizas su corazón.

Una vez más llenaré mi tanque emocional con fe y esperanza para con Viuda celebrar los romances que regale el 2011. Aprovecharé también los especiales en Walgreens, de curitas y Kleenex, para cuando me toque sanar heridas y secar lágrimas.

Da igual, sean tuyas o mías… porque para esto, siempre estamos  los amigos.




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