jueves, 11 de noviembre de 2010

Los hijos varones y su relación con nuestros zapatos.

Muerta de risa luego de leer las ocurrencias del hijo de una amiga, había inventado una plegaria integrando a Christian Louboutin, recordé varias aventuras que Martin y yo hemos compartido con el tema de zapatos.

La nuestra es una relación simbiótica resultado de nuestro particularísimo caminar por esta vida. Sorprendentemente, acepta y entiende todas mis eccentricidades sin pestañear y se echa el mundo por montera. Como bien expresa, ¿qué voy hacer si eres mi mamá? Buen comienzo.

Las maratónicas sesiones de “shoe shopping” conmigo le han desarrollado una paciencia mayor que la de Job y una habilidad para estrategizar como encontrar el “it shoe” del season, superior a la de un general de cinco estrellas.

En búsqueda de unas ballerinas orange de Chanel, visitimos al menos 5 de las 9 boutiques en NYC. Viéndome a punto de lágrimas, obvio me moría por ellas, decidió él resolver la situación.

Armado con su I Phone, acabado de salir al mercado en aquel entonces, hizo el “search” y llamó a las restantes boutiques. “Las tienen en la de la 57 y Mami, solo queda un par y es en tu size”, gritó. Yo feliz.

Ante mi complacencia tomó la decisión de salir corriendo hacia la boutique en lo que yo “entacadita hasta las teleras” me llegaba hasta el lugar. Allí sentadito con la caja negra en mano, me esperaba.

Nada más yo entrar le dijo al vendedor, “Esta es la obsesiva de mi madre que se moría si no encontraba este zapato”.  Sin vergüenza alguna continuó, “más vale que te sirvan porque hasta aquí llego yo.”

Las conservo en su caja, con todos los papeles de seda y en sus bolsitas. Por cierto, la caja dice “last pair”.

Otra vez y mientras Michelle, su novia, trabajaba en Finanzas de Louis Vuitton, me enamoré de unos zapatos dorados con el taco en metal y con el nombre de la marca grabado. Era el “it shoe” de esa colección y yo salibaba por ellos. No quedaban en ninguna tienda, ni aparecían en el internet.

“Martin, please”, le dije, “pide a Michelle busque en el sistema todo el tiempo. Es la única forma y ella si tiene acceso.”  Una vez más con su santa paciencia para con mis peculiaridades no solo habló con Michelle, incluso le pidió socorro al jefe de ella. Me imagino no le fue fácil explicarme al francés. ¡Ni preguntar quise!

Un domingo, a las diez de la mañana, me llamó. “Mom, nos acaba de llamar el jefe de Mich. Apareció un par en el “flagship store” en 5ta.” Ambos se vistieron y en medio de una nevada garrafal, fueron en busca de mi tesoro.

“Los tengo en mis manos, Mom”, dijo. “You owe me big time’. Todavía estoy pagando esa pero cada vez que me los pongo, me siento como de show. Valió la pena pagar la extorsión de Martin.

Hace poco llevé al zapatero unos Louboutins que adoro, what else is new, a cambiarle las tapitas. Entre una cosa y otra pasó un mes. Un sábado al recogerlos me percaté el balance era un poco más de lo usual. Al preguntar al zapatero, me explicó la suela estaba gastada y las había cambiado.

WTF ¡mis suelas ROJAS! Ahí, de frente y como a gritos mis hermosos Louboutins con ¡¡¡un par de suelas de goma GOODYEAR!!!

Muda y apunto de cometer un asesinato regresé al carro. Llorando, rabiosa e indignada ante semejante barrabasada, llamé a Martin.

“Esta bestia ha destruído mis animal print  de Louboutin, mis zapatos favoritos”, le dije con voz temblorosa. Y él con su santa paciencia, una vez más en su vida me dijo, “Mom, todos tus zapatos son tus favoritos”.

¡Qué graciosito! “No llores más”, siguió, “me los mandas Fedex y te los llevo al Leather Spa”.

Así mis Louboutins se fueron camino a NYC en busca de un milagro. Una vez más, Martin se veía en otra situación difícil gracias a mi pasión por los zapatos.

Luego de ver desmayarse a los zapateros cuando abrieron la caja de Fedex, me llamó para decirme, “Mom, no te preocupes. Me dicen nunca habían visto un desastre tan grande pero confía, te van a resolver”.

Hace poco los recibí de vuelta. Hicieron un milagrito, la suela no dice Louboutin y carece de su autógrafo como las originales, pero es roja y no dice “GOODYEAR”.

Gracias, Martin. I LOVE YOU!






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