martes, 30 de noviembre de 2010

Dos o tres, pero todavía quedan.

Dicen la fe es lo último que se pierde. Cierto es.

Camino a una cita para organizar un evento en un pueblo costero del norte de Macondo, me invadieron todos los prejuicios posibles. Con algo de resquemor, agarramos carretera logrando llegar con exactitud suiza.

Parking disponible frente al edificio. ¡Hum! Buena señal, pensé. 

Nada más entrar a las oficinas, las navidades presente en todas las paredes, en cada saludo, todo escritorio con un Santa, nacimiento o arbolito. ¡Nice!, me dije, tienen el Xmas spirit.

Una vez sentadas junto a nuestra anfitriona, de inmediato nos presentó a todo el personal. Para cada uno tuvo comentarios positivos, algo bueno que decir. “Estamos preparando las canciones para las trullas”, expresión con que inició nuestra reunión. “Too much info”, pensé, “a este paso aquí estamos hasta mañana”.

Yo, muy eficiente, saqué el listado de temas a discutir y uno por uno, en lo que canta un gallo, las respuestas fueron positivas, de espíritu cooperador, con las mejores intenciones. Is this for real? No puede ser.

Decidí recapitular por aquello de asegurarme todo quedaba claro. Marta (no su verdadero nombre) me miró fijamente y dijo, “Matilde, tienes mi palabra. Créeme, es todo lo que necesitas, nosotros trabajamos así”.

Yo avergonzada por mi cinismo capitalino, bajé el moco. Acababa de recibir una lección de vida – en Macondo quedan personas de palabra.

Todavía valoran el que fulano que es primo de sutano que es vecino de menganito te va a resolver porque vienes de parte mía y estamos emparentaos. WOW!

Así concluímos nuestra reunión no sin antes escuchar, “Vamos a almorzar a mi casa porque es donde mejor se come en este pueblo”. Pasmada le contesté, “Oye, Marta, que somos cuatro”.

Ella me abrió los ojos, asumo espantada por mi comentario, y dijo, “Lo peor, le echamos agua a la sopa”.

Esta mujer, hasta hoy desconocida, resolvió todas nuestras preocupaciones, abrió las puertas de su casa y hasta nos dió de comer. Y como si esto fuera poco, nos despidió con una invitación a reyar la víspera del 6 de enero y un “recuerdito” en mano, “porque estamos en Navidad”.

Todos, mudos ante tanta generosidad, iniciamos el regreso hacia San Juan. Con la fe recuperada en nuestro pueblo, concluímos que defintivamente, de que los hay, los hay.

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