domingo, 31 de octubre de 2010

Halloween…cien mil recuerdos. Ayer. Hoy.


Mi primer disfraz, digo que recuerde, fue “La reina de los pañuelos”. Traducción – un embeleco de mami con su colección de pañuelos de seda que le ganaba a la de Isabel Windsor.

Debe haber gustado porque me llevé el primer premio. Fue en una fiestecita de vecindario en casa de mi amiga Maritere, a quien nunca más volví a ver…igual que ser premiada.  Fue mi debut y despedida en el podio de ganadores. Jamás me ha tocado otro.

Luego fui parte de muchas comparsas de las que recuerdo, otra vez, solo una. Estaba en high school y el party era en el Casino de Puerto Rico (recordado solo por aquellos que pasamos de los 40). La comparsa era de mi clase y el disfraz – Bruja. En mi memoria solo la falda de listas blanco/negras. Creo que por el tema que amo B&W y las rayas, este en particular quedó grabado “for life”.

Como ves, recuerdos de Halloween bien pocos hasta que me convertí en madre. A Martín lo disfracé de Batman, Robin Hood, Espantapájaros, Raggedy Andy para luego pasar…bueno en sus palabras y cito, “No me acuerdo, fue hace mucho tiempo”.

Y yo pensando eran todos inolvidables, aparte de fabulosos. Pensé  los recordaría todos por el resto de su vida. Ahí tienes…yo me quedé en La reina de los pañuelos y él en ¡ninguno!

Lo que no olvido es que Martin, igualito que yo, no es dulcero. Le obsesionaba llenar su calabaza hasta el tope y a su regreso de “triketear”, colocarla en el mismo lugar del counter de la cocina año tras año y para no comerse ni uno. El destino final del contenido de su calabaza era siempre el mismo…el zafacón.

Por esos años vivíamos en USA y recuerdo claramente poner con anticipación las órdenes de cupcakes en la repostería de South Miami. Nunca he vuelto a ver tanta variedad. Brujas, espantapájaros, calabazas, murciélagos, fantasmas con frosting naranja, blanco, chocolate, crema, violeta y sigue contando. Esto explicaba porqué aquellos niños ni miraban los dulces. Entre tanto bizcocho, refrescos y papitas…el posterior dolor de barriga, otra tradición.

Había en nuestra familia de aquella época un ritual. Cada Halloween llevámos a Martin por el vecindario, yo con una peluca plateada y su papá a cargo del flashlight. Luego, la vida cambió y Halloween cobró otro significado.

Ya en Puerto Rico inicié, lo que por mucho tiempo ha sido, Halloween para adultos. Entendamos - acompañar a mis amigos a parties donde yo instituí el no disfrazarme pero si disfrutar ver a mis amigos en los costumes más espectaculares. Innumerables llamadas pidiendo opiniones en la etapa del planifiqueo con tiempo, acompañado de un entusiasmo desmesurado en preparación para Halloween.

Fueron años maravillosos de discotequear hasta las tantas al son de Gloria Gaynor “I will survive” en lugares como Souvenirs, o como le llamaban mis amigos - “Souvis”. Lugar del momento de entonces donde se juntaba el gay con el straight crowd para esas noches y sentirnos casi casi, tan sofisticados y chic como en París.

Luego de una plaga de vacas flacas, llegaron los franceses con su Yelloween. Gracias Viuda de Clicquot y Cora por devolver el glamour a nuestras vidas. Empezamos en el Bankers y ya luego los fuimos llevando a otros lugares. Lo que sí ha marcado estas fiestas es su fanaticada, que incluso en los años que los franceses determinaron tomarse un respiro, los boricuas nos alzamos en protesta y continuamos.

Las comparsas boricuas llegaron a París vía fotos y videos suministrados. Nosotros queriendo ser como ellos cuando en realidad…los franceses quieren ser como nosotros al menos por Halloween. La inventiva del disfraz boricua ha dejado muertos año tras año, vez tras vez, a los franchutes.¡Qué viva Puerto Rico!

A la hora del party…nadie nos tumba. Pregunto ¿será por esto que todos quieren ser parte y se cuelan hasta por los agujeros? Ahí tienes el uso del trick…para janguear con aquellos que sí tienen el ¡treat!

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